Érase una vez... Un apuesto príncipe que habitaba en el Polo Sur. Él era muy querido por todos ya que tenia dentro de sí un gran tesoro: un corazón de oro.
Miles de muchachas se presentaban e intentaban conquistar al príncipe y quedarse con el corazón, sin embargo con ninguna de ellas lograba ser totalmente feliz.
Día a día le rogaba a la Sra. Luna que le ayudase a encontrar a su princesa, pero aparentemente ella lo ignoraba y esto hacia que el príncipe vaya perdiendo poco a poco la esperanza.
Un día, salió un radiante y sonriente sol en el Polo Sur. Esto era algo verdaderamente extraño e inesperado, no solía haber tanta luz en el lugar. De pronto se oyeron unas voces desde el parque central que gritaban: vengan todos!!
Sucede que habían encontrado a una extraña mujer tirada sobre una banca y delirando: "yo te seguiré, estrella, te seguiré". Ella traía puesto un largo vestido blanco decorado con flores del jardín encantado, a su vez llevaba un cofre de oro. Los guardias llamaron inmediatamente al príncipe para recibir una orden respecto a ese suceso. Cuando él bajo de su carroza no podía creer lo que veía, cientos de mariposas bailaban alrededor de la dama y poco a poco ella fue despertando. "Mi estrella, en donde esta mi estrella?" pregunto. El príncipe la tomo de la mano, la levantó y le puso su capa, ordenó que la llevasen a su palacio, pues quería charlar con ella.
La trasladaron y cuando se presento ante el príncipe, él noto mucha desesperación y ansiedad en su rostro. Entonces pidió que le trajeran algo de comer, pues creía que tal vez no había comido durante largas horas. Comenzó preguntándole de dónde venía, que hacia por aquí y que era lo que llevaba en sus manos.
"Vengo de Nulandía y yo sólo seguía a mi estrella, ella prometió guiarme hasta encontrar mi mitad pero ahora no sé a donde se ha ido. Esto es un cofre vació, dicen que no me sirve de nada pero yo se que algún día lo utilizaré para algo especial"
Su mitad? Una estrella? Nulandía? Un cofre vació? El joven príncipe no entendía nada de eso, no sabía de qué hablaba. En el Polo Sur jamás se habían oído esas palabras.
Durante el día él se encargó de mostrarle el lugar mientras organizaban un dormitorio para ella en el palacio. Algunas de las muchachas del pueblo no estaban conforme con que el príncipe haya permitido que una extraña se hospede en el lugar.
Llegó la noche y él deseaba presentarle a su gran amiga, la Sra. Luna. Sin embargo no la veía, aparentemente había desparecido. Esperaron cierto tiempo sentados mirando hacia el cielo hasta que finalmente la Luna, que se encontraba detrás de una nube, apareció junto a la estrella que la dama había perdido. Los dos jóvenes se alegraron por haberlas encontrado. Ella se asombró, pues jamás había visto una luna y al príncipe le sucedió lo mismo con tal estrella.
“Aquí tienes la mitad que tanto buscabas”, le dijo la estrella a la dama.
“Aquí tienes lo que tanto pedías”, le dijo la Sra. Luna al joven príncipe.
Ninguno de ellos entendía de qué trataba todo esto, no sabían a qué se referían.
De pronto se oyó una voz desde lo más alto del cielo, era la voz que ellos siempre escuchaban pero no sabían a quién le pertenecía. “Ya no es necesario seguir buscando, tu complemento se encuentra a tu lado.”
Eso era lo que tanto buscaban, el amor! Ambos estaban en donde debían estar y como debían estar: JUNTOS.
La alegría volvió a sus rostros, la princesa abrió el cofre vació que trasladaba de un lugar a otro y el príncipe guardó ahí su corazón. Las cosas tomaron sentido, sabían que juntos eran uno. Guiados por la estrella, la luna y la voz ambos se encontraron. Su amor crecía cada día más, era un amor mutuo, fiel y puro.
De vez en cuando viajaban hacia Nulandía para visitar a la familia de la princiesa. Tomaban de ida un barco por el cielo y de regreso un avión por el mar.
Como la felicidad era tan grande y no cabía sólo en dos corazones, la repartieron en … 1..2..3..4..5..6, seis pequeños, seis hijos! Ellos jugaban todos los días, después del colegio, en el jardín encantado que sus padres (El rey y la reina) habían construido.
Bueno, como no todo era perfecto, a ellos también se les presentaban ciertas tribulaciones que, felizmente supieron manejar. Fortalecidos día a día, su amor crecía cada vez más.
Por escuchar siempre y no perder la fe, lograron encontrar la verdadera felicidad.
Colorín colorado...Esta historia no tiene fin :)
Tati Loyola Silva