No sé que fue lo que hice, pero tú, como si me estuviese agradeciendo por haberte ayudado en "algo", palpitaste suavemente mi rostros, tiernamente mi nariz. Finalmente tus dedos tocaron mis labios, luego tus labios lo hicieron también. Sí, me besaste como lo saben hacer dos niños enamorados. Te empujé sutilmente, te miré y tú a mi. Aprecié una sonrisa dulce (de algodón de azúcar) y pícara. El bus ya había estacionado, entonces nos pusimos de pie y bajamos. Recuero que me tomaste de la mano como invitándome a dar un paseo por el campo mágico. Verdaderamente era mágico, tenía flores de colores indefinidos, las aves reían y cantaban. Era un lugar para amar. Me tomaste de la cintura y aproveché para sostenerme (como un bebé recién nacido) de tu dedo índice. No sé si lo notaste, pero mi corazón te pidió que no lo dejaras jamás. Creo que el tuyo respondió: Aquí está prohibido NO soñar.
Tati Loyola Silva - una realidad soñada, un sueño real.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario